En algunas ocasiones, en las minas de carbón se producen explosiones.
Esto se debe a que al arrancar el carbón, se perfora una bolsa de gas metano, llamado grisú por los mineros.
Este gas, mezclado con el aire y en contacto con una llama o una chispa, puede estallar.
Para evitar esto, que en muchas ocasiones ha tenido consecuencias trágicas, se instalan en las minas potentes aparatos de ventilación.
La mayor parte del grisú, en torno al 95%, se encuentra adsorbido sobre la superficie interna del carbón. Esta adsorción es debida a la fuerzas de Van der Waals entre las moléculas del gas y las partículas de carbono. Se estima que el carbón tiene una superficie interna de 20 a 200 m²/g, con lo cual puede adsorber una cantidad importante de grisú.
El resto del grisú, alrededor del 5%, está en forma libre en las grietas, fisuras y fracturas que existen en el interior de la capa y del propio carbón.
También es posible la presencia de grisú en otros tipos de yacimientos sedimentarios, como potasa, yeso o caliza. Su contenido en grisú es menor que en el caso del carbón debido a la ausencia de sustancias absorbentes.
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